Un solaz cultural en la tierra de As Mariñas

Como cada año en estas fechas, es de mi agrado perderme, pasear, vagar por las inmediaciones del municipio de Sada (A Coruña).

La tierra de As Mariñas, lugar del que hablamos, fue escenario de recogimiento, ocio y producción intelectual de escritores y artistas como Emilia Pardo Bazán, Manuel Lugrís Freire, Francisco Llorens o Alejandro Pérez Lugín. Todos ellos alabaron las bondades de esta evocadora región, siendo plasmada en algunas de sus respectivas obras.

La mañana de ayer fue para mí de disfrute relacional y cultural.

Cerca de la playa de Gandarío, en el lugar de Tatín, me reuní con la economista Charo Borrazás Lorenzo. Charo es una verdadera conocedora de la historia, las costumbres, los hitos y las gentes de la zona. Con ella he mantenido largas conversaciones en torno al motivo Pérez Lugín. Este autor escribió parte de su popular y universal novela La Casa de la Troya (1915) a escasos metros de donde ayer departíamos.

Mi amiga me presentó a sus padres Hipólito y Mariucha, dos personas que reúnen las cualidades de la afabilidad, la experiencia vital y la formación intelectual. Gusté de un café y de un vaso de agua fresca y rica que brota pura de un cercano manantial. Junto a este placer de los sentidos y también relacional por lo agradable que me resultó el contexto, experimenté también un regocijo intelectual.

Hipólito había sido concejal en el ayuntamiento de Bergondo a finales de los años cincuenta del siglo XX. Nos contó cómo habían decidido en pleno corporativo la instalación de dos lápidas en dos de las casas habitadas por Alejandro Pérez Lugín en los veranos que antecedieron al de publicación de La Casa de la Troya. Se extendió sobre el consiguiente acto que tuvo lugar en octubre de 1956 y en el que estuvieron presentes no solo el alcalde y los concejales de Bergondo, sino relevantes personalidades de la época como: el académico Leandro Carré Alvarellos, el antiguo alcalde de A Coruña y amigo de Pérez Lugín, Manuel Casás, el magistrado y también amigo del escritor Fernando Herce Vales o el entonces director de La Voz de Galicia Pedro de Llano-López. Fue además muy gratificante y enriquecedor escuchar el claro recuerdo personal y familiar que Mariucha, madre de Charo, tenía de la Tona y de otros personajes que siendo reales fueron incorporados en la referida novela, una de las más editadas en lengua española de todos los tiempos.

Instantes después del café, y ya de paseo por las corredoiras vecinas, me sobrevino algo importante y que para el caso suena muy académico: el concepto capital cultural. Este constructo, muy estudiado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu, hace referencia al conjunto de conocimientos, valores y narrativas que sirven para cultivar a las siguientes generaciones. Muchas veces he pensado que el individualismo y la atomización que hoy corren por nuestra sociedad dificultan la transmisión de este capital cultural. Las personas con las que había conversado, Charo, Hipólito y Mariucha sí eran capaces de transmitir capital cultural. Ayer, enriquecieron el mío.

 

Matías Membiela-Pollán

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