Timoteo Sánchez Freire, emblemático profesor de la Compostelana
Timoteo Sanchez Freire nació en Roade, Sobrado dos Monxes, Coruña, 1838, y estudió en el Seminario de Mondoñedo antes de seguir la Segunda Enseñanza en el Instituto de Compostela. Fue un alumno sobresaliente. Discípulo muy apreciado de los doctores Otero Acuña y García Baeza. Se licenció en 1865, se doctoró en Madrid en 1866, obtuvo la cátedra de Patología General en 1871, y la de Clínica Quirúrgica en 1872.
Prefirió el arte de la práctica a la investigación, destacando como cirujano. En 1885 es nombrado director del Manicomio de Conjo, del que se jubila en 1906. Y sin dejar de visitarlo de cuando en vez fallece en 1912. Fue un hombre célibe y donó importantes sumas a su apreciada institución de Conjo.
El discurso inaugural de 1888-89, que se titula “La hipnología en nuestros días”, es un fiel reflejo de los intereses que corrían por el campus universitario de Santiago: el darwinismo, la libertad de cátedra, la innovación de las enseñanzas y las nuevas ciencias como la hipnosis y la fábula del espiritismo.
Panduriño, en su relación con don Timoteo, no menciona ninguno de estos últimos puntos. Sin embargo, se advierte la autóritas que aquel gran catedrático debió poseer. Abundaremos en este hecho en la escena de la enferma de piso en la Purísima. El lector debe considerar que cuando nuestro catedrático entra en el convento lo hace en su condición de reconocido clínico y cristiano activo. Escibe Lugín: «—Don Timoteo no nos advirtió nada al despedirse hasta la tarde —dijo otra voz—. Además, la operación ha sido muy feliz, gracias al Señor», y «—¡Imposible! Comprende con cuánto gusto lo haría, pero figúrate lo que iba a suceder cuando llegase don Timoteo. ¿Cómo le explicaríamos tu presencia?», y «—¿Un alumno a quien don Timoteo no conoce? ¡Toleas! […]».
Don Alejandro le dedica bastante espacio a don Timoteo Sánchez Freire y lo hace profesor de uno los troyanos que es uno de los pilares de la novela; recordaremos que cuando Linares Rivas pasa la obra al teatro incrementa el papel y la presencia de Panduriño.
En fin, don Timoteo debió ser un personaje digno de conocer y sus paseos por la Alameda constituirían una de las características de aquel Santiago que nunca desaparecerá.
Sánchez Freire analizó los huesos del Apóstol en una comisión formada por él, el rector Antonio Casares y el catedrático Francisco Freire en el año 1879.
Lucindo-Javier Membiela
Matías Membiela Pollán
*Caricatura de Timoteo Sánchez Freire en el semanario compostelano Café con Gotas, en el tiempo en que se ambienta La Casa de la Troya (15 de enero 1888).